Iconografía incidental de Belsay Maza

De izquierda a derecha: Sebastián López, Pedro Hernández y David Gutiérrez
Obras incluidas en la exposición. 

La vergüenza nos va juntando lentamente. Como elaboración que genera un lazo social específico, este sentimiento colectivo ejerce paulatino su confrontación con la estadística dura e impersonal. Miles de muertos y tantos más desaparecidos, involucrados los culpables y los inocentes en la letalidad del cotidiano. La realidad violenta tenía vigencia previa a la declaración de guerra entre el estado mexicano y la delincuencia organizada (y la que también no lo está, aunque igualmente mortífera). Pero en un punto se desbordó escandalosamente: el conteo de cadáveres diario hería susceptibilidades y en las calles herían a los ciudadanos comunes. 
Existió la pregunta entonces. ¿Dónde están los artistas responsables con su tiempo que abordarán estas circunstancias? Fue un reclamo legítimo y representó una situación inminente: por su contacto con la vida, las artes serían tocadas por la muerte y sus formas, tan abundantes y diversas por nuestros días. 
En la exposición Presente de una sociedad distópica, presente en el Antiguo Colegio Jesuita de Pátzcuaro desde el 9 de agosto pasado, Belsay Maza presenta una obra determinada por la visualidad que se corresponde con los millares de noticias acerca de ejecuciones y violaciones. En su mayoría son vestigios de los hechos lo que vemos: cuerpos hallados en umbrosos terrenos rurales, atados con cinta gris, arrojados en arroyos y pastizales. Se trata de realidades nacionales, pero en este caso el paisaje concreto que se retrata es el michoacano. 
El lenguaje visual es moderado aunque elocuente, en el sentido de que la violencia ejercida no se acompaña de elementos que nutren el morbo y el sensacionalismo: la brutalidad fue excluida. El drama es quieto, la puesta en escena cuidadosa, el paisaje silencioso, el oficio fotográfico preciso. Este último elemento es relevante pues el “facilismo” que permea la producción fotográfica contemporánea fue acotado durante la producción de la serie. ¿Cómo? Durante la toma fotográfica, la inmediatez del equipo digital permitió medir la luz, estudiar el encuadre y la disposición de la mirada; la imagen definitiva se realizó finalmente con película analógica de formato medio. Esta definición de procedimiento demuestra que el buen término de un proyecto fotográfico no se define exclusivamente por la creatividad, sino por un conjunto de decisiones adecuadas, que en buena medida constituyen parte de la habilidad técnica. 
Trascendiendo la construcción visual a través de la coyuntura, Maza elabora sus composiciones citando antiguas obras maestras de la pintura -algunas renacentistas, otras barrocas- con el objetivo de actualizar aspectos de la iconografía que heredamos culturalmente; trastocando aquél orden ideal de mitos, pasajes bíblicos y literarios, tanto como lo ha hecho la violencia sistémica con la vida contemporánea. Así, el martirio de San Sebastián no vendrá por flechas al resistirse a renunciar a la cristiandad, sino que morirá por bala y por un ajuste de cuentas. La tragedia de Ofelia no sucede por un accidente, sino por circunstancias más aterradoras y viles. A San Pedro no lo levantan de cabeza en la cruz, sino que lo bajan de la horca. 
Se yergue así una iconografía incidental que relaciona el pasado con el presente, retomando el vínculo de la fotografía con la pintura, la poesía con la muerte, el arte con la vida y sus circunstancias. La naturaleza y la fatalidad en una atmósfera solemne donde el lamento por las vidas perdidas, a causa de ser la sociedad que somos, inició con los primeros disparos del fotógrafo. 

Presente de una sociedad distópica. 
Exposición fotográfica de Belsay Maza. 
Centro Cultural Antiguo Colegio Jesuita. 
Pátzcuaro, Michoacán. 
9 de agosto - 8 de septiembre 2013. 

Publicado en la Sección Artes&Vida 
Diario Provincia 
12 de agosto 2013

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